A dios...

Creación de Adán - Michelangelo
Te voy a contar una historia que te va a hacer gracia, más bien una sucesión de acontecimientos que en diversos momentos de mi vida me dejaron estupefacto, soy consciente de que te parecerán inverosímiles pero te prometo, ya sabes que no juro, que son absolutamente reales.
El verano de 1992 andaba yo en el interior de Florida, zona de manglares, humedad, caimanes, bichos y alimañas de todo tipo, si te parece pintoresco el lugar, te puedo garantizar que más lo eran sus gentes. Vivía en una gran casa cuyo jardín moría en la selva lo que no es en absoluto relevante para la historia pero me apetece contártelo para que te sitúes. Durante cinco largas semanas estuve muy acompañado, me acogió una pareja de mormones que esperaba su noveno hijo, imagínate, tanta gente a mi alrededor y nunca me había sentido tan sólo. Me recibieron con la más exquisita amabilidad, se habían informado mucho sobre mi cultura, me preguntaron por mi rey, ese tal Franco, no te imaginas el disgusto que se llevaron cuando les comenté que era un fiambre desde hacía lustros y que nunca fue un monarca, no te ofendas, sé que os llevabais muy bien pero las cosas son cómo son. Después me mostraron mi dormitorio, todo muy convencional, o no, moqueta, cama, cortinas, mesilla, biblia y libro de mormón. Cómo deberías saber, por aquél entonces el antiguo testamento lo conocía de oídas, pero el otro facsímil era tan desconocido para mi cómo nuestro sistema político para mis anfitriones, el caso es que fueron muy acogedores, me aclararon que sabían que era español y por lo tanto católico, por eso habían colocado el antiguo testamento (el nuevo no lo usaban), respetaban mis creencias. Entonces se produjo la segunda sorpresa de la noche cuando les confesé que ni siquiera era cristiano, su cara fue un poema pero se recuperaron y me instaron a leer la mormonada, estaban convencidos de que hace 2500 años unos tipos salieron de Israel, cogieron una barcaza, llegaron a norte-américa, la tierra prometida, el paraíso terrenal o algo así, se reprodujeron, se masacraron y enterraron las tablas de la ley, sí no te sorprendas, se las habían traído con el equipaje. El caso es que unos cuantos siglos después, allá por el XIX, un fulano de nombre común, Joseph Smith, se levantó una mañana, se fue de paseo, te le apareciste tú y le revelaste el lugar exacto del enterramiento y claro no tuvo más remedio que montar una iglesia que hasta hoy perdura, en fin, ya sabes, típicas incongruencias históricas de las religiones. Aquella casa resultó ser un manicomio dónde los bebés ayunaban los domingos, las misas duraban cinco horas, por lo menos a la que asistí, una ceremonia en la que, mientras comulgaban con dados de pan de molde, nombraban obispo a mi padre putativo, no veían la televisión, excepto películas biblicas, biografías de Michael Landon (mormón de pro según ellos aunque no demostrado) y la trilogía de las galaxias, me comentaron que Yoda era tu representación filmica, directamente inspirada por ti a George Lucas. Cuestión de fe, ya sabes.
Hasta aquí la increíble historia de mi experiencia mormona pero mi periplo místico continúa. Años después conocí en Marruecos a Alí y pasé dos noches con él y su familia en las puertas del Sáhara, entre cuscús y cervezas me introdujeron al islam, te sorprenderá la ingesta de alcohol, llámales laxos pero ellos creían que a diferencia del jalufo, cerdo para nosotros, la cerveza la orinaban después y tú les perdonabas. Ya de regreso me picó el gusanillo y buceé en el corán, curiosa elección hiciste con Mohammed, un tipo singular sin duda, pero he de reconocer que por lo menos sobre este parece haber documentación histórica que ratifica su existencia aunque parece curioso que seis siglos después de que se cargaran a tu hijo tengas que volver a contar la milonga a un cualquiera para que nos cuente la verdad, menudo cabreo debías tener.
Pero mi ensalada mental se complicó un poco más cuando entre abluciones en el Ganges me dijeron que no estabas sólo, parece ser que tenéis una buena panda montada, bastante heterógenea por cierto. No olvido Deshnoke, espero que a nadie le parezca una locura postrarse ante 20.000 ratas hijas de una santa, he visto personas santiguarse ante reliquias calavéricas, manos de santas, botes de sangre y otros elementos de casquería humana, hay que verlo para creerlo, o mejor dicho creerlo para aguantarlo, cómo ocurre siempre con estas cosas, va a resultar que la fe depende más de la resistencia estomacal que de la razón o el corazón.
Recientemente asistí, desde la lejanía del desconcierto, a un singular rito que me produjo más acidez de estómago que un bocadillo de chorizo picante o que la visión victoriosa de un chorizo levantino, a propósito, ándate con cuidado, aquí abajo hay individuos que empiezan a tener más fe en algunos políticos corruptos que en ti aunque es verdad que en este caso concreto suelen tener suficiente para ambos. Disculpa, en ocasiones pierdo foco y me da por la parábola, esa figura retórica que tanto te gusta, te contaba que presencié un rito bastante exótico para mi en el que escuché a un niño de nueve años pedirte perdón por sus pecados y agradecerte de antemano tu generosidad a pesar de no merecerla, todavía hoy sigo preguntándome qué maldad pudo haber cometido una criatura inocente para suplicar semejante indulgencia. Observo confundido, cómo adultos formados, algunos con capacidades intelectuales indiscutibles, reconocen ante ti su culpa para concluir con una entrega recíproca de paz vaciando de contenido un término al ser incapaces de asumir ningún tipo error fuera de tu templo u olvidar las rencillas propias de la convivencia.
Por supuesto, podrías decirme que el surrealismo de estos rituales arcaicos son más humanos que divinos, incluso podrías llegar a confesarme que no tienen nada que ver contigo ni con tu dogma y yo debería hablarte de lo empírico y lo teórico, pero esto no ocurrirá. ¿Adivinas por qué?
Simplemente porque no existes, nunca lo has hecho, reconozco que llevo toda la vida dándote la oportunidad del agnosticismo que hoy definitivamente abandono porque el entendimiento humano sí es capaz de diferenciar lo real de lo imaginario, la historia de la leyenda, lo lógico de lo manifiestamente absurdo. Entiendo y respeto que buena parte de la humanidad te utilice en cualquiera de tus formas cual Bálsamo de Fierabrás, incluso comprendo que para creer en uno de tus nombres deban negar los demás. Lo que jamás podré aceptar es que por la esperanza en una existencia ulterior a la que brevemente disfrutamos no se aproveche  la única vida cierta, que los estados nos impongan tu presencia y que los atajos hacia la salvación eterna sigan provocando muerte, dolor y locura.
Si nos parece disparatado que los cienciólogos crean en un dictador intergaláctico llamado Xenu (no os perdáis el link) no veo por qué debo dar el beneficio de la duda a resurrecciones, multiplicaciones piscícolas, paseos acuáticos, cielos o infiernos. Me viene a la memoria una compañera que creía ser atacada y perseguida, resultó ser esquizofrenia paranoide, mediante medicación, constancia y mucho esfuerzo logró recuperar el contacto con la realidad. Quizás algún día la medicina o nuestra propia evolución neuronal logre borrar tu nociva presencia de nuestro cerebro, en ese momento lograremos desarrollar todas nuestras capacidades, mientras tanto siempre tendremos excusas para asimilar todo lo que ocurra al fenómeno dios con la candidez del bosquimano que hoy quiero recordar...



Me duele decirte adiós porque contiene tu nombre y no deseo pronunciarlo, así que hasta nunca, son las dos de la mañana y ya he hecho bastante el imbécil perdiendo tres horas de mi vida en escribir a un ente quimérico, si bien mi bautismo ateísta requería una declaración de principios. Otros dioses cayeron en el olvido y no es utópico pensar que tú también sufrirás la misma suerte.
Eso sí, debo reconocer mi admiración por el arte que has inspirado y hoy ilustra la cabecera del post.

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