Vigorexia Contrarreformista

Imagen de un gobierno antiguo y desenfocado
Puerilmente llegué a pensar que una vez hecho algún que otro esfuerzo legislativo impopular, el nuevo gobierno no se atrevería a retroceder ciertas medidas. Pues me equivoqué. Uno de los problemas a los que me enfrento al subsistir entre vapores de cloroformo utópico es que los errores son mayúsculos y las convicciones oníricas tienden a convertirse velozmente en pesadillas. En un sólo día, los pocos ministros que me agradaban han comenzado a irritarme, los que respetaba desde la indiferencia, a atemorizarme y sigo temiendo a los que temía aunque, por ahora, sean los más silenciosos, imagino que prefieren mantener sus tejemanejes ocultos entre penumbras.

Cuando un Ministro de Agricultura - obviaré el subtítulo medioambiental -  afirma que hay que ser realista con el tema de la contaminación y no buscar imposibles lo que está diciendo es que me condena a mí y a los míos a seguir respirando el mismo aire nauseabundo que llevamos meses inhalando. Si en la misma comparecencia sostiene que un supuesto superávit hídrico hace innecesarias las desaladoras y para rematar contabiliza económicamente los beneficios y costes del cambio climático, tiemblo. Simultáneamente, el nada "energético" Ministro de Industria, fusila las renovables dilapidando así un sector en auge que tenía muchas posibilidades de convertirse en pilar básico de ese nuevo tejido industrial que muchos reclamamos. Entonces sospecho que llegó el momento de salir huyendo.

Cuando un Ministro de Educación basa su revolución educativa en cambiar el nombre a un curso escolar es que no sabe que los contenidos dependen de la capacidad cognitiva de la edad del niño y que por lo tanto poco importa que el grado se llame ESO o aquello sino que la calidad sea buena. Si en la misma comparecencia justifica la desaparición de una asignatura con el contenido de un libro que jamás sirvió para impartirla, una de dos, o no conoce el contenido de dicha materia o ignora la trascendencia del ministerio que le han confiado. Entonces, concluyo que he de largarme a un lugar dónde no deba gastar una fortuna para garantizar una educación digna para mis hijos.

Cuando un Ministro de Justicia - alejado del derecho desde sus tiempos lampiños - pretende que retrotraernos treinta años y alejarnos seis mil millas jurídicas del Derecho Europeo es lo más progresista que ha hecho en su carrera política, he de intuir que a pesar de estar a cargo de la justicia ha perdido el juicio. Si en la misma comparecencia anuncia que deberemos asumir parte de los gastos que ocasionan nuestros derechos fundamentales y que el cuerpo notarial podrá casar y descasar, entonces me dan ganas de decirle que puestos a arreglar un oficio castigado por el fin del furor "constructivo" que él mismo contribuyó a fomentar, permita que todos los desempleados provenientes del sector se conviertan en Jueces de Paz. Si además, en paralelo, un juez justo se puede enfrentar a una más que injusta condena y un vulgar delincuente sale absuelto de sus crímenes, entonces sé que mi protección jurídica como ciudadano peligra y que debo buscar un entorno más seguro para vivir.

Cuando un Ministro de Exteriores bromea con respecto al nombramiento del embajador más relevante, empiezo a dudar de su capacidad para el cargo. Si además lo hace parafraseando a un repugnante dictador incidiendo en el supuesto sentido del humor o sarcasmo del mismo, entonces me entran ganas de meter a mi familia en el coche y cruzar la primera frontera que encuentre antes de que sea demasiado tarde.

Cuando temo que un Ministro de Economía esté allanando el camino a los depredadores mercantiles y un Ministro de Defensa con intereses armamentísticos esté sacando el ábaco para calcular los pingües beneficios que le reportará un más que probable conflicto bélico en Oriente Medio, entonces, se me agotan las ganas de soñar, me doy cuenta de que no hay lugar adonde huir y que sólo resta seguir aquí para luchar. - Cuando hablo de luchar no me refiero a ninguna guerra, no vaya a ser que algunos de estos lúcidos gestores tome como paradigma la "reforma laboral" de Estados Unidos en los años 40', cuando pasaron de una tasa del 25% de desempleo a un 1% tras el bombardeo a Pearl Harbour-.

Este es el gobierno que para todos los españoles iba a gobernar, este es el gobierno que las revoluciones ayudaron a aupar, este es el gobierno que gobierna sin oposición porque los que deberían oponerse andan luchando por conservar el minúsculo poder residual que aún les queda. Este es el gobierno en fin, que a mí, me hace sentir como un apátrida. De su Presidente prefiero no hablar porque parece no ser más que el murmullo de un micrófono abierto entre la bulla cocofónica de unos ministros con vigorexia contrarreformista.


Si Rajoy prometía en campaña estar a la orden de todos los españoles ¿por qué me siento yo así? Me temo que si le ordeno reflexionar no me hará mucho caso, es como ese peluquero compulsivo al que le pides no cortar más y te pasa la cuchilla.


PD: Sí, lo sé, no he sido capaz de esperar los cien días de rigor pero constreñir mi propia libertad resulta un tanto absurdo, más teniendo en cuenta que aquí ya nadie se manifiesta, ni habla de democracia real, ni nada de nada.

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